Extracto de ponencia presentada en la sesión “Soberanías críticas del conocimiento: perspectivas feministas del Norte y el Sur”, del Grupo de Trabajo en Globalización y Cultura, en el Congreso Virtual de la Cultural Studies Association USA, “Soberanías Corporales y Acción Colectiva”.
El discurso del acceso abierto es asimétrico y está polarizado. Predomina el “acceso abierto mainstream”, el cual consiste en políticas y estrategias dirigidas a optimizar la eficiencia y la competitividad de la universidad neoliberal. A este discurso dominante subyace una creencia expansionista en la tecnología, la cual se entiende como una ciencia globalmente unificada. Esta lógica expansionista es lo que apuntala binarismos espaciales como global/local, centro/periferia, academia/activismo. Ha estado presente en la industria de las publicaciones desde el siglo XV, e incluso en las tecnologías occidentales de la escritura.
El expansionismo tecnológico es lo que impulsa a las instituciones y los instrumentos de las publicaciones académicas. A menudo esos instrumentos se desarrollan en los países occidentales, y actúan como gatekeepers de la investigación a nivel mundial, por ejemplo, a través de las métricas para la evaluación de la investigación, las cuales son propiedad privada y tienen fines de lucro (por ejemplo, el Journal Impact Factor).
Durante la pandemia de COVID-19, observamos el desarrollo de una retórica de acceso abierto temporal a publicaciones académicas relacionadas con el virus. Dentro de esa retórica, la crisis sanitaria se dibujó como el objetivo de una batalla conjunta por parte de los gobiernos y la ciencia. La innovación “abierta” se presentó como una virtud absoluta, es decir, como un valor objetivo y neutral, que en realidad depende de ideas universalistas de la ciencia y el conocimiento.
El lenguaje de “amenazas compartidas” y de “la comunidad de investigación” sugiere una proximidad entre los académicos en tanto miembros de un campo universal. Pero hay mucho que no encaja en esta imagen: el escaso financiamiento de muchas instituciones, el hecho de que la investigación se concentra en unas cuantas regiones, y la existencia de aproximaciones experimentales que no son mensurables. Lo que no encaja se considera irrelevante en comparación con lo que existe supuestamente de manera global y universal.
Confrontar jerarquías en el ámbito de las publicaciones
Las vertientes críticas del acceso abierto han analizado y denunciado los aspectos ideológicos del acceso abierto mainstream. Para ellas, en contraste, el acceso abierto debería verse como una oportunidad para que las comunidades académicas tomen el control de los medios de producción del conocimiento, y a partir de eso confronten las jerarquías y las desigualdades que históricamente han marcado esa producción.
La digitalización es el pre-requisito del acceso abierto pero no un medio para un fin. El acceso abierto que se concibe como un modo crítico de habitar la academia se desarrolla en línea y fuera de línea, dentro y fuera de la academia. En el trabajo de Janneke Adema o Gary Hall, por ejemplo, el acceso abierto es una forma de habitar críticamente la academia a través de la creación de publicaciones experimentales,del uso de formatos no propietarios y no jerárquicos, como por ejemplo las wikis o la revisión por pares abierta, y mediante la conformación de redes editoriales auto-gestivas, no lucrativas y lideradas por investigadoras e investigadores en todo el mundo.
Las humanidades críticas, así como los movimientos de ciencia abierta y desarrollo, han buscado la participación de agentes sociales y políticos hasta ahora excluidos de los procesos de investigación y de elaboración de políticas públicas. Es a partir de estos antecedentes que mi trabajo construye una genealogía alternativa del acceso abierto. Pensadoras como Anzaldúa o Mohanty han confrontado esa lógica recuperando lo particular y llamando la atención sobre la política de la ubicación, la espacialidad del poder y la ética de la producción trasnacional de conocimiento. Junto con los estudios queer y el posthumanismo, han estimulado una relación crítica con las discriminaciones interseccionales que ha impuesto el expansionismo occidental.
Es en este nexo teórico que se inscriben las iniciativas críticas del acceso abierto. Ellas se constituyen como agentes políticos o incluso “activistas”, como propone Kember. Su motivación surge del discurso, en las Humanidades, de la ética y la política de hacer investigación, un discurso que confronta tensiones entre la teoría y la práctica, que procura la interlocución y la experimentación con interlocutores extra-académicos, y que enfatiza que esto último no se opone a, sino que forma parte de los procesos de institucionalización.
¿Cómo se vería el futuro de las publicaciones en acceso abierto, si el acceso abierto se formulara desde la perspectiva de la organización feminista, descolonial, anticapitalista y trasnacional?
La escritura, la edición y los procesos de producción compartidos han jugado un papel importante en la producción de conocimiento activista trasnacional. Constituyen un espacio donde se encuentran, resisten y subvierten mutuamente diversos conocimientos. Algunas publicaciones feministas, como Kitchen Table (1981-1996) y Triple Jeopardy, han sido instrumentos para abrirse hacia ciertos vínculos (anti-coloniales) y rehusarse a otros (feminismo blanco).
Sin homogeneizar luchas diversas, se articulan necesidades comunes mediante actividades como la escritura, la revisión y la negociación de contenidos. Hacer investigación implica deshacer la investigación: romper el contrato epistemológico (Sylvia Wynter) que vincula la identidad académica con una voluntad de poder, propiedad y éxito. Se trata de ir más allá de una posición neutral para desarrollar, activamente, una ética radical con otrxs.
El Proyecto de Cuidado Pirata
Es un proyecto de investigación que pone en práctica la piratería y sus implicaciones –compartir, abrir, descentralizar, libre acceso a herramientas. Fue lanzado en un encuentro académico en 2019, en el Centro de Culturas Postdigitales de la Universidad de Coventry, y se posiciona contra la criminalización de la solidaridad.
En lugar de invocar debates forjados en luchas externas a la academia, y de relegarlos a la esfera de lo particular, quienes lanzaron el proyecto de cuidado pirata se esforzaron por situarse desde la academia.
En este proceso, ha sido instrumental un “syllabus” en acceso abierto, concebido conjuntamente por activistas y académicos. Lo que reúne son reflexiones y herramientas para responder a la crisis de los cuidados. La óptica epistemológica y estratégica del cuidado pirata permite trasladar la rendición de cuentas desde una institución particular –la universidad –hacia aquellos que comparten una visión de lucha contra el capitalismo, el colonialismo y la explotación patriarcal del trabajo de cuidado.
La adición más reciente al syllabus está muy asociada a la política de ubicación. Es un experimento de tomar notas colectivamente, compartiendo reflexiones y guía práctica de organización de los cuidados durante y después de la pandemia. Quienes contribuyen lo hacen de manera proactiva desde sus lugares dentro de una red trasnacional, y suelen hacerlo de manera anónima. La anonimización permite compartir prácticas que pueden ser controversiales desde el punto de vista legal, de modo que el riesgo recae ante todo sobre los organizadores.
La plataforma está montada en Gitea, un paquete de software de código abierto. Quienes contribuyen siguen un manual escrito por los desarrolladores de la página para subir sus contenidos. Esto significa que todas y todos deben al menos intentar aprender a utilizar las tecnologías hacker.
Quiero enfatizar que hacer Open Access no se trata de aprender tecnologías o habilidades para usar plataformas corporativas. Significa adquirir literacidad acerca de cómo y cuándo emplear cuál herramienta, y co-desarrollar las tecnologías que son consistentes con las luchas por la descentralización.