La antología en acceso abierto editada por Janis Jefferies y Sarah Kember (2019) para Open Book Publishers pretende ir más allá del debate binario en torno a la vigencia, o no, del copyright en la era digital. Las diversas perspectivas que convergen en el libro editado por Jefferies y Kember ofrecen un camino alternativo a la narrativa tecnológica de los debates británicos en torno al marco jurídico del copyright. No se trata ya de estar a favor o en contra del copyright o del acceso abierto, sino de impulsar una investigación crítica, es decir, feminista, del futuro de las publicaciones en la era digital. Una investigación feminista del futuro de las publicaciones es una investigación políticamente interesada, de modo central, en la ética del cuidado, en la experimentación, la inclusión y la colaboración.

La introducción de Jefferies y Kember analiza e interroga el consenso de fondo que sostiene el debate del acceso abierto específicamente en el Reino Unido, donde al parecer, sólo se puede estar a favor o en contra de las reformas de los marcos legales copyright. Suponiendo que el marco legal del copyright se haya vuelto obsoleto en la era digital, la opción sería que o debe reformarse para preservar los derechos de autor, o debe eliminarse en aras de impulsar el acceso abierto. El consenso de fondo que plantea esta disyuntiva es, para Jefferies y Kember, la suposición de que el futuro de las publicaciones está enteramente determinado por las necesidades y posibilidades que ofrece la tecnología digital del internet. A tal consenso Kember y Jefferies acusan de “determinismo tecnológico”. Este determinismo limitaría el debate y el pensamiento de lo editorial a una supuesta esencia de lo tecnológico, por lo que las editoras se preguntan, más bien, por los tipos concretos de actividad editorial que abrirían nuevas posibilidades en contextos específicos de la digitalidad.

La perspectiva feminista de las autoras evita reducir lo editorial a los imperativos del crecimiento económico, y activamente se resiste a las intenciones de despolitizar la relación con la tecnología. Las contribuciones al libro son producto de cuatro años de talleres conjuntos que tuvieron lugar en diferentes lugares de Reino Unido, como parte del CREATe (Centro de Copyright, Regulación, Empresa y Tecnología). Ahí, las autoras se dedicaron a pensar, en términos materiales, sociales y políticos, las condiciones de posibilidad de la actividad editorial y los problemas subyacentes a la misma en la práctica académica, a través de la revisión por pares, las citas y el trabajo no remunerado. Para las autoras, no se puede eludir el asunto de género, de clase y posición en la jerarquía académica o editorial, pues la comercialización del conocimiento mediante publicaciones tiende a convertir al autor en empresario neoliberal, acentuando aún más la desigualdad que ya se presenta en la academia y la investigación.

Los capítulos de Whose book is it, anyway? proponen pensar no sólo en derechos comerciales, sino también en derechos morales y en contratos justos. Aunque el libro aborda de modo más inmediato cuestiones jurídicas en el contexto británico, sus reflexiones no dejan de ser importantes para el ambiente académico global, sobre todo en lo referente a la evaluación estandarizada de las publicaciones y a la cooperación internacional financiada con fondos públicos, determinada al mismo tiempo por el mercado como único y total referente de asignación de valor, como señala Martin Paul Eve. Si los fondos públicos obligaran al acceso abierto mientras que los fondo privados retienen el copyright, lo que tendríamos como resultado sería el aumento de la desigualdad entre Norte y Sur, y entre hombres y mujeres, tanto en el ámbito académico como en el comercial.

A partir del reconocimiento de las múltiples discriminaciones asociadas a la actividad y el trabajo académico, los talleres trataron de pensar la ética y la responsabilidad en la publicación, así como cuestiones de invención creativa, experimentación e intervención crítica en una agenda neoliberal centrada únicamente en la innovación tecnológica.

En este sentido, trabajos como el de O’Hare nos impulsan a reflexionar sobre la noción de autor y trabajo y un posible tránsito hacia la posibilidad de comunidades creativas productoras de “obras” en un sentido dinámico y co-constitutivo. Este es precisamente el reclamo de muchas escritoras creativas: reconocer que el arte no siempre tiene que ver con individuos sino que a menudo tiene que ver con relaciones. De ahí que los derechos de autor de un sujeto autónomo no sean los más adecuados para las artes, además de que esos mismos derechos se concentran en proteger un estatu quo y no tanto de hacer proliferar las ideas y las obras. Esto último sería, en breves páginas, la propuesta ética del libro, más allá de su punto de partida: repolitizar el derecho de autor frente a un consenso tecnológico reformista.

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