Este capítulo de Whose Book Is it, Anyway? explora visiones del trabajo editorial que se posicionan críticamente ante el modelo hegemónico de las industrias creativas en el Reino Unido. Tomando como referencia un estudio titulado El negocio de ser un autor: una encuesta de ganancias y contratos de los autores, realizado por Johanna Gibson, Phillip Johnson y Gaetano Dimita, Janneke Adema cuestiona las bases epistémicas del modelo hegemónico, a saber, dos asociaciones que se asumen como naturales. La primera sería una asociación entre derechos de autor y remuneración económica, y la otra, una asociación entre propiedad intelectual y trabajo creativo. Ambas formarían parte de una tendencia donde, de acuerdo con Wendy Brown, “la racionalidad neoliberal difunde el modelo del mercado a todos los dominios y actividades.”

El estudio referido por Adema es una versión ampliada de los resultados de una encuesta hecha en 2013 por Authors’ Licensing & Collecting Society (ALCS), cuyo propósito era contar con datos objetivos que ayudaran a la actualización de la ley de derechos de autor, la cual debía garantizar un pago justo a los autores. Los supuestos humanistas y neoliberales que, como lo demuestra Adema, subyacen en el estudio, refuerzan constantemente las relaciones entre el valor de la escritura y las leyes de propiedad intelectual. Es decir que el valor de las palabras lo determina el valor económico a partir de dos unidades de medida: los autores como agentes humanos individuales y los objetos, supuestamente estables y fijos, que producen tales agentes.

En último término, los supuestos humanistas y neoliberales legitiman la idea de la creatividad como mercancía y generadora de valor económico, lo cual sin duda es un desafío para quienes se proponen pensar la publicación en un sentido ético, como es el caso de las autoras feministas que contribuyen a Whose Book Is it, Anyway? Para ellas, es preciso pensar y problematizar las construcciones existentes del modelo de las industrias creativas: la creatividad, la autoría, la propiedad, la sostenibilidad.

Autoría relacional y distributiva

El marco clásico de los derechos de autor entiende al autor como única fuente y origen de la creatividad. Dicho marco clásico es capitalizado por el modelo neoliberal de las publicaciones en el contexto de las industrias creativas, donde se asume que el trabajo creativo es propiedad del autor y que fuera de eso lo único que hay son intrusos o ladrones que imitan o piratean algo “original”. En el otro polo del régimen de derechos de autor se encuentra la obra u objeto producido, que se concibe principalmente como “texto” ya sea impreso o digital. Las “obras” u objetos culturales se comprenden como mercancías fijas y estables que, desde una perspectiva crítica, ocultan las condiciones sociales y culturales de su producción.

No sorprende entonces que en este mismo modelo hegemónico el valor económico de las palabras está relacionado no con autores sino con titulares de derechos que en muchas ocasiones no están involucrados en la producción del trabajo creativo. Pensemos, por ejemplo, en la apropiación de los derechos de reproducción por parte de compañías e instituciones con fines de lucro.

El desafío para Adema, como para las otras autoras que también contribuyen al libro editado por Jefferies y Kember, es pensar en una estrategia que permita interrumpir la concepción hegemónica de la creatividad como propiedad, a fin de considerar las múltiples realidades, desordenadas, distribuidas y derivadas que componen la cultura y la creatividad.

Como alternativa crítica al modelo neoliberal, Janneke Adema ofrece una concepción de la autoría que parte de la idea de que la creatividad necesariamente involucra a más de un agente, de manera que la autoría se encuentra naturalmente distribuida. Una “visión emergente de la creatividad” (81) entiende la creatividad como un proceso que se encuentra en movimiento y comprende el trabajo en sí mismo como el producto de una diversidad de agentes humanos y poshumanos. En este modelo alternativo el reto consiste en que al determinar el valor de la escritura también se dé cuenta de todas las agencias, humanas y no humanas, involucradas en la producción creativa.

Lo que ofrece el modelo de la creatividad emergente es un desplazamiento que implicaría también una valoración de la imitación o derivación como formas de creatividad que habían estado desdeñadas y condenadas en el marco clásico de derechos de autor. Un ejemplo es el discurso y el trabajo del poeta conceptual Kenneth Goldsmith quien, frente a la narrativa dominante de la creatividad, enfatiza que lo que es señalado como “no creativo” debe ser visto como valioso en sí mismo.

Como señalan diversas perspectivas post-estructuralistas, la noción de creatividad asume a individuos que son autónomos que viven aislados unos de otros, y al hacerlo ignoran las relaciones que se establecen en la práctica de la escritura. No obstante la escritura implica, más que un origen, “la adaptación, derivación, traducción, y recombinación” (73) lo que puede llamarse materia prima que se toman de texto que ya existe.

Es Craig quien, de acuerdo con Adema, ofrece una teorización útil de la autoría relacional que apuesta por la constitución social del individuo. Adema enriquece esa teorización con una perspectiva feminista que considera la autoría como un fenómeno situado y atravesado por relaciones de poder, así como dependiente de comunidades, textos y discursos que la hacen posible.

Deberían por tanto definirse los derechos de autor en términos relacionales, a fin de asignar “poderes y responsabilidades entre los miembros de las comunidades culturales y establecer las reglas de comunicación e intercambio” (74).

Acceso abierto radical y éticas del cuidado

Adema enfatiza que las iniciativas históricas en favor del Acceso Abierto carecen de un modelo ideológico sólido, es decir, de una visión y una ética que las unifique, de manera que no hay nada “intrínsecamente político o democrático en él” (75). En cambio, el Acceso Abierto Radical del que Adema es partidaria sí imaginaría su proyecto como parte de una ética relacional del cuidado.

El Acceso Abierto Radical es un modelo de emprendimiento editorial que se basa en la auto-gestión cooperativa y el compromiso compartido con la diversidad y la justicia epistémicas, así como con dar cuenta explícita de todos los agentes involucrados en la producción del trabajo académico que va desde los autores, revisores, programadores hasta lectores, etc.

El sustento teórico de esta propuesta descansa en el empleo de dos conceptos feministas interrelacionados: materia y cuidado. El supuesto “materia” se entiende como inherentemente situado y, por lo tanto, permite visibilizar nuevas relaciones y configuraciones del mundo, aquí el énfasis no está en el producto como el proceso y en las diversas relaciones implicadas en el proceso de producción del conocimiento académico.

Mattering Press es un ejemplo de iniciativa editorial que involucra ambos supuestos. Fue fundado en 2012 y lanzada en 2016, es dirigida por académicos y se enfoca en investigaciones académicas sobre ciencia y tecnología. En palabras del editor Joe Deville, asume la tarea de hacer visible a los “invisibles” lo que a su vez significa hacer evidente todo el trabajo que está detrás de la obra, este desafío es según Endre Danyi un “proceso profundamente político” (77).

Autoría poshumana

El papel que desempeña la tecnología en la escritura ha obligado a reconsiderar la autoría como colaborativa y polisémica. Desde diversos enfoques -la literatura y poesía digital, así como los estudiosos de los medios de comunicación- se ha explorado el papel desempeñado por la tecnología y la propia materialidad en el proceso de creación, entre las conclusiones destaca la comprensión de la escritura como una actividad colaborativa entre el lector, el escritor y la computadora.

Aquí la elaboración de Lori Emerson respecto a esto problematiza el tema de la subjetividad humana, ya que considera que la tecnología o las maquinas no son neutrales, para analizar la relación entre maquina y humano emplea la noción de autoría cyborg, su análisis hace énfasis en la potencialidad de lo intermedio. Por su parte, Dani Spinosa ve en la computadora y en general en la tecnología no sólo una herramienta sino una coproductora de la obra. Esto en palabras de Emerson representa la ruptura del modelo del humano poeta/escritor divinamente inspirado.

Estas formas poshumanas de autoría pueden comprenderse a la luz de otras tendencias amplias, por un lado, está lo que Rolf Hughes llama la tradición anti-autoría cuya principal característica es la autopoiesis, un ejemplo de esta sería el movimiento literario Oulipo y el Dada, entre otros. Por otra parte, está la tendencia de la agencia distribuida, principalmente la que pone el acento en la materialidad del texto, dos de los representantes de esta línea es N. Katherine Hayles y Johanna Drucker quienes sostienen que la materialidad de la página esta “enredada con la intencionalidad del autor como una agencia adicional.”

Sin embargo, una de las limitaciones de la forma distribuida es que no establece un límite sobre la redistribución de la creación y por lo tanto, tampoco resuelven los problemas de la autoría y de la remuneración. Pese a esto, algunos teóricos como Montfort rescatan la forma distribuida ya que considera que permiten seguir explorando las relaciones y procesos de la coautoría poshumana (maquínica), hacernos sensibles a ella y a todas las diferentes agencias involucradas en el proceso de creación.

Alcances y limitaciones de los discursos contemporáneos de la creatividad

Apostar por el Acceso Abierto Radical nos impone, dice Adema, la tarea de ser cuidadosos, ya que mucho de la elaborado en esos términos puede acabar sirviendo a las industrias de contenido. Volviendo al estudio citado al principio, la solución que “no hace justicia a las complejidades de la creatividad”, puesto que la idea de los derechos de autor no sufre ninguna modificación como tampoco la connotación negativa de lo digital que fortalece y mantiene el binario impreso/digital. A esto se suma que la ALSC mantiene confinada el tema de la remuneración “justa” a la lógica del cálculo económico, lo que la hace cercana a la narrativa de las industrias creativas.

Para Adema el alcance de propuestas reformistas como las de Craig y Gibson es muy limitado en la medida en que no abandonan el modelo de derechos, sino que proponen un ajuste de la creatividad al modelo inclusivo de red. Este ajuste deja fuera cualquier agente no humano, como los textos, las tecnologías, el contexto ambiental. El corolario del reformismo tecnoentusiasta es un estancamiento de la creatividad en los nodos humanistas, así como el riesgo de servir a las industrias creativas, principalmente porque tienen una visión simplificada y determinista de la tecnología, ven en el mercado abierto la posibilidad de fomentar la innovación, esto nuevamente se coloca dentro de la lógica económica.

En este sentido, el propósito fue presentar otras alternativas, tanto teóricas como prácticas, todas ellas girando en torno al tema del acceso abierto radical, la autoría posthumana, la escritura no creativa, la ética del cuidado y la responsabilidad, así como la autoría distribuida y relacional. Sin duda en estas visiones novedosas sobre el trabajo editorial evidencian una sensibilidad a considerar a todos los agentes -humanos y poshumanos-negados por las industrias creativas hegemónicas, en este sentido la creatividad toma un sentido nuevo, ya que la creatividad se puede ver como “relacional, fluida y procesal” que tiene como anclaje único la “toma de decisiones éticas” las cuales siempre se hacen en contextos y relaciones específicas. Esto hace evidente que la creatividad va más allá de los conceptos estáticos y prestablecidos de manera que es necesario salirse de ellos y explorar “las relaciones extensivas de creatividad emergente, procesos de publicación abiertos y una ética feminista del cuidado y la responsabilidad” (86).

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