En su contribución al libro Women in Philosophy, Jennifer Saul explora una cuestión aparentemente sin importancia, a saber, el bajo porcentaje de mujeres en el ámbito filosófico respecto al de los hombres. Propone la hipótesis de que el déficit de representación de las mujeres puede explicarse a través de dos fenómenos psicológicos bien documentados. Se trata del prejuicio implícito y la amenaza de estereotipo. Ambos enturbian la evaluación y dificultan el desempeño de las mujeres en filosofía, pues se ven enfrentadas a una carga histórica que codifica el quehacer filosófico como un quehacer masculino.

El efecto tangible de los prejuicios y los estereotipos

Los prejuicios implícitos son ideas preconcebidas a través de las cuales inconscientemente percibimos e interactuamos con otras personas, especialmente aquellas marcadas como “diferentes”. Retomando algunas investigaciones psicológicas, Saul argumenta que la mayoría de las personas, incluyendo a personas que se expresan a favor de la igualdad, muestran prejuicios y sesgos implícitos contra personas negras, homosexuales y mujeres. Los académicos también operan bajo la influencia de tales prejuicios. Saul cita un estudio psicológico con un grupo de académicos y académicas en psicología, donde la mayoría de hombres y mujeres asoció la originalidad, la excelencia, el liderazgo y la capacidad intelectual con los hombres.

Por su parte, la amenaza de estereotipo se refiere al impacto negativo y la auto-limitación que tiene saberse perteneciente a un determinado grupo, en virtud de poseer ciertas características codificadas como inferiores. La “amenaza de estereotipo” se manifiesta directamente en el modo en que se desempeñan las personas que se saben parte de algún grupo estigmatizado. Estas personas somatizan la angustia de saberse estigmatizadas al punto de que esa angustia les causa frecuencias cardíacas elevadas y momentos de estrés, lo cual afecta mayormente a quienes están más comprometidos con un buen desempeño. Así queda de manifiesto en pruebas psicológicas estandarizadas aplicadas a personas negras, donde su desempeño académico resulta ser peor que el de personas blancas, o a la inversa en pruebas deportivas. Muchas mujeres que entran en el terreno de la filosofía académica parecen tener un peor desempeño que el de los hombres, pero según Saul, ello se deriva de sentirse amenazadas por el estereotipo que pesa sobre ellas, y que de antemano, de manera inconsciente, las considera deficientes, de bajo nivel intelectual o por debajo de los estándares masculinos.

Ambos fenómenos impactan negativamente el rendimiento y evaluación del trabajo filosófico de las mujeres. No obstante, son fenómenos que pueden identificarse, según Saul, una vez que hemos entendido cómo operan al interior de los diversos contextos donde se desarrolla la labor filosófica.

Cómo operan en las instituciones

Aunque se dicen a favor de la inclusión de las mujeres, muchos filósofos mantienen prejuicios implícitos sobre el trabajo de sus colegas mujeres, lo cual contribuye a reforzar el estereotipo aún imperante respecto a masculinidad de las competencias filosóficas. Dicho estereotipo se transmite a quienes estudian filosofía, quienes se enfrentan con una bibliografía dominada por nombres masculinos. Este refuerzo del prejuicio en diferentes maneras es percibido inconscientemente por las estudiantes y repercute en un sentimiento de amenaza que reduce su rendimiento y repercute en evaluaciones negativas hacia ellas. Jennifer Saul relata su experiencia frustrante al presentar una ponencia en un auditorio repleto de fotografías de hombres que se consideran grandes personalidades de la filosofía, y donde los asistentes era únicamente hombres, una experiencia que recuerda como la típica influencia del estereotipo masculino sobre su condición de mujer.

Más allá de las aulas, en el ámbito laboral y académico, las filósofas siguen experimentando los efectos del prejuicio implícito y las amenazas del estereotipo porque lidian con situaciones a las que un hombre no se enfrenta. Por ejemplo, dado que se les asocia con actividades de ayuda o cuidado, se les asignan tareas de atención al alumnado o puestos administrativos que les demandan tiempo excesivamente y que les impiden destacar en labores de investigación que le permitan promoverse en campos laborales académicos y de producción escrita.

Adicionalmente, pesa el estereotipo de la la maternidad como una condición que limita la productividad y que distrae de las labores de investigación. Está comprobado que por esta suposición acerca de la maternidad las mujeres suelen ser desplazadas y menos contratadas que los hombres. Saul considera que esto se debe a que la imagen de las mujeres como filósofas y madres tiene poca representación, es decir no tienen una representación positiva en la academia filosófica.

Posibles soluciones

Jennifer Saul considera que los prejuicios implícitos y la amenaza de estereotipo deben atenderse en el ámbito de la filosofía por razones éticas, en primer lugar, y por razones epistemológicas, en segundo lugar. El sentido de justicia a través de la igualdad de oportunidades obliga a la filosofía a tomar en serio la problemática de los prejuicios implícitos y su función reproductora de la exclusión de las mujeres de ámbitos cruciales para la vida social en su conjunto, como lo es, en este caso, la filosofía. Pero Saul también considera, junto con una gran cantidad de filósofas feministas, que la filosofía se auto-limita e incapacita seriamente al perpetuar esa exclusión. La disciplina filosófica podría estar perdiendo aportaciones relevantes a consecuencia de evaluaciones tendenciosas.

Eliminar los prejuicios respecto al trabajo de las mujeres en filosofía es una condición necesaria para lograr igualdad de oportunidades y la relevancia social de la disciplina filosófica. Desafortunadamente, la erradicación de los prejuicios implícitos y sus efectos no sucederá de modo natural. Tampoco se podría conseguir con la promesa de imparcialidad con la que suele ampararse todo acto académico. Saul señala que la investigación en torno al prejuicio implícito y a la amenaza de estereotipo en la filosofía es muy reciente y por lo tanto es preciso seguir explorando para abonar con acciones que permitan generar los cambios deseados.

Una estrategia propuesta por Saul es visibilizar el trabajo de las mujeres de la misma manera en que se visibiliza el trabajo masculino, apareciendo en los programas académicos y destacando sus aportes de la filosofía. Otra manera de desarticular los estereotipos es atraer a las mujeres a la filosofía en todos los niveles. Para hacer posible esto es necesario estimular de manera más explícita con el propósito de que las mujeres se auto asuman como suficientemente capaces como para continuar en el estudio de la filosofía. Esto significa que no sólo deben estimularse y fomentarse las participaciones de las mujeres en paneles y foros, sino que además deben garantizarse las condiciones que las mantienen en desigualdad ante los hombres. Además de esto, Saul sostiene que es posible deshabilitar los efectos de los estereotipos y los prejuicios promoviendo el anonimato en las evaluaciones, del mismo modo en que se llevan a cabo las evaluaciones por doble ciego en las revistas y publicaciones científicas.

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