Se sabe que el mundo editorial en Reino Unido ha estado dominado por personas del sexo masculino, blancas y educadas en escuelas de élite (public schools) como Oxford y Cambridge. El capítulo de Danuta Kean en Whose Book Is it, Anyway? parte de un pronóstico sustentado en estadísticas, a saber: que en los próximos años la población británica será mayoritariamente mujer, no blanca y muy probablemente no lectora.

Ese dato parecería ser ignorado por las casas editoriales inglesa. Éstas continúan publicando millares de libros, de los cuales una ínfima proporción corresponde a autoras y autores no blancos. Para Kean, esto refleja un fracaso de la industria ante el auge de la diversidad. Esto en el sentido de que parece incapaz reconocer los considerables beneficios financieros que la diversificación de voces representaría para su negocio.

Kean reporta los hallazgos del informe Writing the Future (WtF), realizado en 2016, sobre el comportamiento y las prácticas de las editoriales frente a escritores no blancos. Diez años antes se habían observado avances en cuanto a la integración de personas BAME (Black, Asiatic, Minority Ethnic) al campo editorial. Y si bien en 2016 se esperaba encontrar más avances, lo que se encontró fue decepcionante.

En el ámbito anglosajón existe un estereotipo del lector que lo supone blanco y monocultural. A partir de este estereotipo, se ha clasificado el trabajo de autoras y autores BAME como auténtico o inauténtico. Lo primero es si escribe sobre su propio estereotipo y lo segundo si no lo hace. Auténtico es intercambiable con exótico, un requisito no exigido a los blancos. Esto afecta directamente el modo en que se clasifican los libros escritos por blancos, clasificados en menor proporción como literarios y más como Romance y Crimen.

Exclusión, editoriales e intervención cultural

La exclusión de las personas BAME afecta el contenido y la comercialización de los libros. Su trabajo es sistemáticamente clasificado como ficción literaria. Esto vende mucho menos y además se espera de ellas que escriban exclusivamente sobre su condición racial. Estas condiciones reproducen estereotipos y restringen su margen de intervención en la cultura.

El estudio de Writing the Future encontró que las casas editoriales no han implementado programas para evitar el monocultivo editorial o para cambiar esta situación. El retroceso se debería en parte a los recortes de programas públicos de integración de personas BAME. Sin embargo, también a la pérdida de interés de las casas editoriales por las políticas de inclusión. Antes de esto algunos programas cofinanciados por el gobierno y las casas editoriales habían buscado integrar a escritores o editores no blancos a través de pasantías. Sin embargo, después de un tiempo estas ya no fueron remuneradas y sólo quedaron, nuevamente, personas blancas de familias acomodadas en esos lugares. Además, mientras duraron las pasantías, algunos internos BAME reportaron en 2016 que fueron tratados como especiales o exóticos y que sus aptitudes fueron poco valoradas.

A partir de WtF se consideró crucial recomendarles que se inscribieran a auditorías culturales en todos los niveles de las empresas. Sobre todo atendiendo a esta falta de diversidad dentro de la empresa realmente invisible y arraigada. Las casas editoriales han reaccionado de modo diverso a este informe y, desde luego, no todas de modo positivo. Lo más destacada es que se discute sobre las posibilidades de la diversidad como un valor comercial.